El olvido ha sido una actitud constante a lo largo de toda nuestra vida republicana, pero la memoria colectiva, de un pueblo luchador, contraria a los intereses que han favorecido la impunidad y el olvido, está siempre ahí, reclamando el sitial que le corresponde, para que la historia muestre la verdad, aunque sea a pedacitos, expresada en historiadores e investigadores conscientes de un pasado que no se puede olvidar. Los jóvenes de hoy y mañana tienen el derecho de conocer el pasado de su país y de hacer su propio juicio, mucho más allá de las figuras de héroes con pies de barro que nos muestra la historia oficial, que una vez conocida la verdad, terminan siendo cruentos asesinos o cómplices de masacres horribles: la Matanza, llamada pacificación de la Araucanía, la matanza de la Coruña de la Escuela Santa María de Iquique, que cobraron no centenares sino que miles de víctimas asesinadas a sangre fría por piquetes del Ejército de Chile, tal cual lo hizo, décadas después, la dictadura cívico militar de Pinochet.
Hasta ahora mucho se ha especulado, hablado y escrito sobre la Operación siglo XX, algunos periodistas y supuestos protagonistas, han intentado tergiversar lo sucedido y otros, de apropiarse de un hecho histórico que ya es de todos los chilenos. Los y las valientes Rodriguistas que hace treinta años, en 1986, verdaderamente planearon y ejecutaron la emboscada que debía terminar con el dictador, lo hicieron de manera silenciosa, alejados de todo protagonismo, con la humildad que caracteriza al FPMR y con el convencimiento que aportaban a cambiar el curso de la historia. Si hoy se pudiera resumir este hecho, lo que se debiera decir, es que fue una acción heroica, que si bien no cumplió completamente el objetivo político militar planteado, hicimos resaltar que en la época más oscura que haya vivido el país, de terrorismo de Estado. Hubo chilenos y chilenas que decidieron ser valientes, permaneciendo firmes a favor de nuestros valores y no convertirnos en cómplices cuando se cometían injusticias y se atropellaban masivamente todos los derechos humanos y el derecho a la vida.
El atentado a Pinochet se empezó a planificar a comienzos de 1986, en la dirección nacional del FPMR, aunque años antes también se había planteado la idea de ajusticiar al tirano, un planteamiento que presentó Raúl Pellegrin. La operación se mantuvo en secreto y no salió más allá de esta esfera de decisión hasta unos pocos días antes de su realización, por lo que por varios meses cada equipo participante en la logística, a nivel operativo y político, trabajó por separado y sin conocer cuál era realmente la operación que se estaba preparando. Las palabras de quien verdaderamente fue el jefe logístico del atentado FPMR no dejan dudas sobre la seriedad y la compartimentación con que se trabajó para optar al éxito de la operación, “me correspondió entregar las armas a los combatientes pero nunca supe para qué eran y donde iban a ser utilizadas” (Vasili Carrillo).
En 1986 la estrategia del FPMR era la del Partido Comunista, había sido creado para ser un componente decisivo de la política de la Sublevación Nacional, elaborada en 1985, una ampliación de la política de rebelión popular de masas (PRPM) definida en 1980 por la dirección del partido. Al FPMR le correspondía, y así lo hizo, ponerse a la vanguardia de la organización político militar del pueblo, validando el legítimo derecho a la rebelión y así aportar a derrocar al dictador. El atentado a Pinochet formó parte de este proceso como también lo fue el ingreso de armas por Carrizal Bajo (arsenales), decisiones que se tomaron acertadamente en medio de un contexto de protestas masivas en contra de la dictadura, las que venían en ascenso en calidad y cantidad desde 1983, prueba clara de que el pueblo le estaba perdiendo el miedo a la represión y se estaba organizando para emplear todas las formas de lucha. De hecho la protesta mayor y última fue convocada para el 2 y 3 de julio de 1986 durante la cual oficiales del Ejército de Chile cobardemente, quemaron vivos a dos jóvenes chilenos, Carmen Gloria Quintana y a Rodrigo Rojas. En la Dirección Nacional del FPMR veíamos, en ese contexto, que el camino más acertado de las fuerzas populares y revolucionarias, era el de ser capaces de desarrollar la fuerza político-militar, que permitieran conducir al pueblo a grandes jornadas de lucha en la perspectiva de la Sublevación Nacional. Así fue que en el verano de 1986 se tomó la decisión de llevar a cabo la acción en contra del dictador, en la Dirección Nacional del FPMR, cuyo jefe máximo fue Raúl Pellegrin (Comandante José Miguel) en consenso con la comisión militar del PC. Y fue José Valenzuela Levi, el “comandante Bernardo”, quien quedó a cargo de la operación, uno de los jefes del FPMR con una amplia preparación y experiencia militar. La primera opción no fue la emboscada, sino que hacer explotar el vehículo de Pinochet, cuando este volviese a Santiago desde su residencia de fin de semana en el Melocotón. Fueron dos o tres variantes las que se estudiaron en profundidad, en un nivel político-estratégico, operacional y táctico, para conseguir un objetivo estratégico político o militar. Así fue que se iniciaron los preparativos en el sector de Las Vizcachas, lugar donde se cavó un túnel que llegaba al centro de la ruta donde se pondrían los explosivos para hacer estallar los autos de la comitiva de Pinochet. No obstante los preparativos y el plan fue abortado en el mes de agosto, después del descubrimiento de la internación de armas de Carrizal Bajo. Posteriormente fue Bernardo (José Valenzuela Levi) quien le propuso a José Miguel (Raúl Pellegrin), la alternativa de hacerle una emboscada al tirano en la cuesta las achupallas, en el Cajón del Maipo. El trabajo se hizo rápido y de manera organizada sin que este perdiera su nivel estricto de compartimentación. A finales de agosto el Comandante José Miguel, el Jefe del FPMR, informo en la DN que ya estaba todo listo, incluyendo a los fusileros que habían sido reclutados entre las filas del FPMR.
Han pasado treinta años, de una acción político militar brillante, que seguramente es estudiada en las escuelas de guerra del ejército de Chile, aunque no se cuente, brillante porque la estrategia planteada definió correctamente la dirección del golpe principal. Llevada a cabo por la fuerza propia y que se constituyó en esos momentos en una reserva moral de la lucha antidictatorial. Fue una acción que se planificó y ejecutó tomando en cuenta la superioridad material del ejercito represor, para llevarlos a un combate para el cual nunca estuvieron preparados, con un actuar logístico impecable para asegurar el suministro de materiales y pertrechos, es decir, el abastecimiento técnico material. El FPMR reivindicó desde el primer momento el intento de ajusticiar al tirano, en Chile y en el extranjero, porque esta acción fue una inyección de moral grande para la lucha antidictatorial. También sabíamos que si el resultado era exitoso o fallaba, de igual manera se harían escuchar voces en contra, desde la dictadura y también desde las filas de la dirigencia de la izquierda pesimista, la que nunca creyó en el derecho a rebelarse, pero que no tardó en “hacer correr la voz” de que la operación siglo XX había sido hecha “por los propios milicos”. Pero en fin, la historia está allí y para quien quiera investigarla seriamente, el golpe al tirano, al número uno del mal, fue significativo, fue un aporte y un paso que permitió avanzar hacia el fin de la dictadura. De hecho el gobierno norteamericano, después del ingreso de armamento a Chile y del atentado a Pinochet se puso en alerta, advirtiendo que la permanencia del tirano alentaba la lucha revolucionaria, porque a esas alturas, ya los chilenos habían perdido el miedo y el FPMR actuaba dando golpes certeros que alentaban la rebelión popular. Pero la respuesta fue dura y violenta, lo habíamos previsto, en el marco en que siempre actuó la dictadura cívico militar, implementando una ofensiva terrorista represiva y en el intento de descabezar al FPMR. Pero nunca nos imaginamos que la CNI, al mando del oficial de ejército, el psicópata Alvaro Corbalán Castilla, actuara de manera tan cobarde, en contra de personas inocentes, secuestrándolos, asesinándoles y luego abandonándolos en distintos puntos de Santiago acribillados a balazos: José Carrasco, Felipe Rivera, Gastón Vidaurrazaga y Abraham Muskalbit. En el FPMR sufrimos la perdida de doce valiosos hermanos y hermanas, entre ellos José Valenzuela Levi “Comandante Bernardo”, quien fuera el jefe de la Operación Siglo XX, asesinados por la CNI en la Operación Albania, a su estilo, creando montajes para validar enfrentamientos que nunca existieron.
Meses después, en 1987, José Miguel resumía estos hechos reflejando el espíritu que nos permitió llevar a cabo el atentado al tirano, rodeados de una mística y de un compromiso que nos impulsaba a seguir luchando: “El dolor no nos detiene a llorar, pero golpes como estos deben hacernos detener y ver cómo avanzar mejor. Este es el espíritu que debe primar en cada reunión, dónde debe estar en el centro, el análisis objetivo de lo realizado y la búsqueda de cómo estar en la altura de las exigencias y las obligaciones que hemos adquirido ante nuestro pueblo, para encontrar las conclusiones más acertadas posibles del año 1986, en lo político general y en lo particular de nuestra organización y para trazar las perspectivas y tareas que tenemos por delante….”
Honor a los Héroes.
Ni perdón ni olvido.
Si a la Justicia.
“ Como la sombra de la memoria viva, vuelve al combate frontal Manuel Rodríguez, alto y duro como un rayo interminable, en contra del mismo tirano inmemorial. Vuelve encendiendo la guerra necesaria trae en las manos el fuego que castiga, viene y va con sus milicias invisibles, para señalar que un hombre nuevo crecerá…” Himno del FPMR.
¡Hasta Vencer o Morir!
Frente Patriótico Manuel Rodríguez